Y despojando sus Dolores, viene María llena de Misericordia. Los callejones del Arenal son el marco perfecto para el caminar siempre bello y elegante de este misterio sevillano.
Y por el Postigo ya camina, la novia eterna de Sevilla. Azahares desde el barrio de El Porvenir, que victoriosos un año más, salen a las calles de su ciudad para dar ejemplo de hermandad y de cómo ser cristiano, con su antifaz y su medalla.
De los Terceros, la maravilla. Subterráneo de Humildad, que vas perfumando a Sevilla con tus jarras de claveles rosas. Y tu hijo Jesús alza la mirada al Cielo en busca de tu cara, madre, fiel reflejo de su alma.
La Estrella Sublime te inundará con arrolladora belleza morena. Un corazón femenino va bajo su pecho. El de aquel hombre que pasó un calvario y cargó toda su vida con su particular cruz y bordó en noches de primavera el azul y plata de tu paso de palio.
Y por Recaredo, el nazareno de la mirada baja. El que inunda a su barrio, con su inmensa y a la vez humilde divinidad. Tras el, las bambalinas que mejor suenan en esta jornada dominical. Repican las campanas de la Giralda, todos los años, en el techo de mi Gracia.
Un Hombre clama al Cielo. El río y la leve brisa suavizan su sufrimiento. San Jacinto, ya cruza el puente. Y la dolorosa de Triana, valiente y soberana, mecerá entre sus manos a las buenas gentes de Sevilla.
Silencio blanco por San Juan de la Palma. Ella es el reflejo de la pasión sevillana. Ella es la marcha procesional, hecha himno para la Semana Santa de su ciudad. Señores, pasa... La Amargura.
Portento de Juan de Mesa, Divino Salvador, que guardas silencio por las calles entre la espesa oscuridad. Socorro, de belleza inaudita, de elegancia sublime, de bordados de ensueño, de discreción, humildad y sencillez.
Y por el Postigo ya camina, la novia eterna de Sevilla. Azahares desde el barrio de El Porvenir, que victoriosos un año más, salen a las calles de su ciudad para dar ejemplo de hermandad y de cómo ser cristiano, con su antifaz y su medalla.
De los Terceros, la maravilla. Subterráneo de Humildad, que vas perfumando a Sevilla con tus jarras de claveles rosas. Y tu hijo Jesús alza la mirada al Cielo en busca de tu cara, madre, fiel reflejo de su alma.
La Estrella Sublime te inundará con arrolladora belleza morena. Un corazón femenino va bajo su pecho. El de aquel hombre que pasó un calvario y cargó toda su vida con su particular cruz y bordó en noches de primavera el azul y plata de tu paso de palio.
Y por Recaredo, el nazareno de la mirada baja. El que inunda a su barrio, con su inmensa y a la vez humilde divinidad. Tras el, las bambalinas que mejor suenan en esta jornada dominical. Repican las campanas de la Giralda, todos los años, en el techo de mi Gracia.
Un Hombre clama al Cielo. El río y la leve brisa suavizan su sufrimiento. San Jacinto, ya cruza el puente. Y la dolorosa de Triana, valiente y soberana, mecerá entre sus manos a las buenas gentes de Sevilla.
Silencio blanco por San Juan de la Palma. Ella es el reflejo de la pasión sevillana. Ella es la marcha procesional, hecha himno para la Semana Santa de su ciudad. Señores, pasa... La Amargura.
Portento de Juan de Mesa, Divino Salvador, que guardas silencio por las calles entre la espesa oscuridad. Socorro, de belleza inaudita, de elegancia sublime, de bordados de ensueño, de discreción, humildad y sencillez.
Sergio Marchal.